sábado, 26 de enero de 2013

¿Y si no?

 
Si no, no sé. Hay veces que creo que podría seguir adelante, decirme a mi mismo que nadie tiene el poder para decidir si soy o no un artista. Pero, hay otras veces que pienso que me herirán de muerte, que reventaré la el lápiz que esté sosteniendo entre las manos, que buscaré un director huésped para la puesta en escena y que no volveré a pisar la ENAT.
¿Soy capaz realmente de renunciar al teatro?, ¿me importan tanto lo que opinen ellos? Por principio no, pero me siento como uno de esos africanos de los documentales que están ante una prueba iniciática. ¿Cómo voy a volver, fracasado, a mi aldea?, ¿cómo van a confiar mis actores en mi si saben que su director no rindió lo suficiente? ¿Y cómo voy yo a confiar en mi?
Me vienen una y otra vez a la mente las últimas palabras de Próspero en el epílogo de La Tempestad:
Ahora magia no me queda
y sólo tengo mis fuerzas,
que son pocas. Sin dominio
sobre espíritus o hechizos,
me vencerá el desaliento...
 

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